La tradicional costumbre de los baloncestistas USA de renunciar a los eventos FIBA tipo Mundiales o Juegos Olímpicos ha vuelto. La inercia generada por el único Dream Team que ha existido, el que pudimos disfrutar en Barcelona 92, mantenida con los diferentes “drimtimes” que nos han vendido, se ha acabado. Las consecuencias de esta decisión son mucho más graves ahora que hace 25 años. La gran cantidad de jugadores europeos importantes que ahora juegan en la NBA nada tiene que ver con los que lo hacían en tiempos de Magic y Bird. Ahora, en parte contagiados por un entorno que no facilita las cosas, arrastrados por un efecto dominó, una parte importante de las estrellas europeas han ido renunciando también a participar con sus selecciones en el próximo Mundial de Turquía. Son muchas las selecciones que van a ver mermadas sus posibilidades competitivas por la ausencia de parte de sus jugadores. Habrá que ver qué significa para cada uno de los equipos que nos quedemos sin ver a Pau Gasol, Nowitzki, Tony Parker, Papaloukas, Siskauskas, Lorbek, Kristic, Kirilenko, Ginobili, por citar sólo a algunos de los más conocidos.
Hay otros aspectos que también hay que tener en cuenta.
La actual distribución de los calendarios de las diferentes competiciones en nada ayudan a un reparto razonable de los periodos de competición y los periodos de descanso necesarios para la recuperación de los jugadores. La NBA, las competiciones nacionales de clubes ( ACB, LEGA, PRO A, etc), las competiciones internacionales de clubes (Euroliga, Eurochallenge, Liga Adriática, etc), las competiciones FIBA de selecciones nacionales (clasificatorios, Europeos A, B, etc), todas solapadas unas con otras. Llevamos a los jugadores de un lado a otro como en esos camiones que adelantamos en las autopistas, atrapados por los intereses de las diferentes competiciones, sin tener en cuenta lo que puede ser mejor para que sus piernas aguanten.
Hay también un conflicto latente difícil de armonizar entre los intereses económicos de los clubes que pagan a los jugadores, los intereses económicos de los propios jugadores y de las competiciones y unos supuestos sentimientos de pertenencia y compromiso con un país. Falta una regulación clara y consensuada, que marque los límites para todos y ofrezca un marco legal en el que todas estas relaciones queden amparadas.
Mientras tanto …