Poco le ha durado la alegría del ascenso a los sufridos aficionados maños que han visto como, después de esperar muchos años antes de poder ver a su equipo competir de nuevo contra los mejores, el CAI vuelve a perder la categoría a las primeras de cambio. Al disgusto deportivo hay que añadir la sangría económica que supone no poder recuperar gran parte del dinero que se precisó en concepto de canon de ingreso a la liga ACB. Por lo que respecta a los baleares se han convertido, en su todavía corta experiencia en la liga ACB (4 temporadas), en unos auténticos especialistas en salvarse en el último suspiro. Unas veces lo consiguieron ganando el último partido, otras perdiéndolo pero saliendo favorecidos gracias a los demás resultados que se produjeron, y esta última temporada, incluso pueden salvarse a pesar de ocupar una de las plazas de descenso.
En ambos casos sus dirigentes vieron que la planificación deportiva que hicieron en verano no daba los frutos deseados y decidieron cambiar de entrenador y variar la estructura del equipo. Los cambios drásticos una vez iniciada la temporada suelen ser bastante traumáticos y muchas veces necesitan de un tiempo que no se posee para conseguir alcanzar la velocidad de crucero que ya llevan los otros equipos. Es muy diferente integrar alguna pieza nueva para mejorar un grupo que hacer cambios que conlleven forzosamente la necesidad de cambiar la manera de jugar.
Los aragoneses habían apostado por un falso cuatro (Lewis) con capacidad de anotación jugando de cara a canasta pero no tenían ningún referente interior que supiera aprovechar estos espacios. Además les faltaba algo de ritmo y de fuerza para competir con garantías. Al final decidieron prescindir de Lewis y dotar a su juego de más quilos y de más intimidación incorporando a jugadores enormemente contrastados como Zizic o Woods. La lesión en las últimas jornadas de su estilete exterior forzó la contratación a última hora de otro jugador cotizado como Cvetkovic. Pero en mi opinión no han conseguido en ningún momento tener consistencia en el puesto de base y les ha condicionado en exceso a lo largo de toda la temporada.
Los menorquines han ido dando bandazos incorporando a muchos jugadores que no han aportado nada interesante al juego de equipo. Con la temporada ya muy avanzada decidieron prescindir del que en verano iba a ser su juego interior titular (Eley y Boisa), e incorporaron a un jugador que siempre da solidez defensiva (Weis) y lo complementaron con Sundov que ya generaba muchas dudas antes de aterrizar. Sus intentos por incorporar a un jugador exterior que ayudara al equipo no surtieron efecto.