deporte: la mejor inversión. Por Trifón Poch

Continuo dándole vueltas a algunos detalles de lo sucedido en los recientes premios Principe de Asturias y reflexionando negro sobre blanco respecto a la financiación del deporte profesional, a los aspectos éticos o morales que se pueden esgrimir para argumentar lo impropio de la implicación económica de las instituciones en las competiciones de élite. En esa solemne ceremonia, tanto su alteza el Principe Felipe, como el seleccionador español de fútbol hablaron de valores. «Hasta lograr la victoria final, nuestro equipo puso de manifiesto esos valores por los que tan justamente ha sido alabado en todo el mundo: voluntad y tesón, máxima deportividad, humildad, y un juego en el que los rasgos colectivos del fútbol se engrandecían con la ilusión, el talento y la belleza», afirmaba nuestro futuro rey, mientras que Vicente del Bosque redundaba diciendo: «la selección que hoy recibe el Premio Príncipe de Asturias es depositaria de unos valores que van más allá de los éxitos puntuales y de su materialidad, y es, también, legítima heredera de una tradición que nos honra». «Esos valores tienen carácter imperecedero y perfil determinante», afirmó aludiendo al «esfuerzo, el sacrificio, el talento, la disciplina, la solidaridad y la modestia».

Nadie puede negar lo importante que es tener trabajo, buenos medios de transporte, infraestructuras, que nuestras ciudades cada vez sean más habitables, que se respete el medio ambiente, que tengamos hospitales preparados, … Hay muchos caminos materiales para mantener nuestro nivel de vida o para intentar «mejorar el mundo». Particularmente pienso que en ocasiones los responsables de que todo esto funcione se olvidan o dejan en segundo plano otra vía que para mí es tanto o más importante. Nuestra sociedad será mejor cuando esté mejor formada, cuando se dé a la educación la importancia que debería tener. Hay que recapacitar sobre lo que está pasando en las aulas de colegios, institutos y universidades y hay que ayudar a los padres a aprender a serlo, a que estemos más preparados para afrontar la responsabilidad de transmitir y guiar a nuestros hijos. Pero hay un tercer pilar que podría facilitar mucho el avanzar en este duro camino. Junto a la «escuela» y la familia, el deporte me parece el mejor vehículo transmisor de valores que en la sociedad actual, tal y como está montada, se puede utilizar para llegar a los niños, a los jóvenes y también a todos los adultos. Hay que aprovechar la omnipresencia del deporte en nuestra vida cotidiana. Párate frente a cualquier kiosko, mira cualquier noticiario en la televisión, qué vivimos los fines de semana, de qué se habla los lunes y los viernes. ¿Quién conoce a Richard Serra o a David Julius o a Rafael Matesanz y a qué se dedican? ¿Quién no sabe quién es Iniesta o Pau Gasol?

Cuando los responsables de guiar nuestra sociedad hablan, parecen tenerlo claro. El deporte como transmisor de valores: voluntad y tesón, esfuerzo, sacrificio, disciplina, solidaridad, modestia, humildad. Después a la hora de actuar, todo se diluye. Si tengo que escoger entre que se amplien los carriles de una autopista o que se invierta en enseñar a nuestros jóvenes a sacrificarse y trabajar en equipo para alcanzar un objetivo, no tengo ninguna duda.

Un comentario

  1. Septena dice:

    ¡Bravo, señor Poch!. Se puede decir más alto, pero no más claro. Coincido plenamente con su reflexión y trataré de explicar por qué.
    Jugué a baloncesto casi 20 años, hice natación tres años, y también tenis, durante otros doce. Con mis primeros tiempos en el baloncesto, compaginé los estudios de una carrera que me llevó al mundo de una docencia plenamente vocacional, que he desarrollado, con alumnos de Secundaria y Bachillerato, más de 30 años. Toda esta experiencia me ha confirmado lo que sé desde el principio: hay que invertir mucho más en deporte para conseguir un mundo mejor.
    Cómo me gustaría tener el poder suficiente para plagar nuestras ciudades y pueblos, de canchas, piscinas y espacios para la práctica deportiva, con entrenadores y monitores, bien cualificados, que atendieran a esta infancia y juventud que tan perdidas parecen estar.
    Enhorabuena, y a ver si los que sí tienen ese poder (los políticos) son capaces de escucharle y seguir sus propuestas.

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