entrenadores blancos. Por Trifón Poch

Justo unos días antes de conseguir la décima victoria consecutiva en la Liga, Pellegrini, entrenador del Real Madrid de fútbol afirmaba: «Lo que más me ha sorprendido es haber perdido la capacidad de asombro ante todas las barbaridades que se han dicho. Pero lo importante es tener el respaldo interno del club, y yo siento que lo tengo. Cada vez que hay un pequeño traspiés, inmediatamente es culpa del técnico. Hay que asumirlo y hacer oídos sordos. No me siento perseguido por los periodistas. Me extraña que siendo la mejor temporada en Liga haya tantas críticas, especialmente al técnico».

Por las mismas fechas, en la previa al apasionante enfrentamiento que Real Madrid y Barcelona están protagonizando en la Euroliga para decidir quién estará en París disputando la Final Four, Clifford Luyk y Ettore Messina, pasado y presente en el banquillo blanco, mantenían una interesante conversación publicada como entrevista. En un momento de la citada charla Luyk afirmaba: «Después de muchos años, y por decirlo simplemente, es triste, pero cierto. A mí me gusta la consideración que tiene el entrenador en Italia, en la ex Yugoslavia, donde se les ve como profesores, como una profesión muy digna. Me gustaría ver más dignidad para esta profesión en España. Aquí, si ganas es porque los jugadores son muy buenos y han estado muy bien. Si pierdes, el entrenador se ha equivocado, no es bueno. Eso no es cierto. Me gustaría que en España se tuviera más respeto a la profesión de entrenador.» La contestación de Ettore fue la siguiente: «En Italia, Rusia y el Este de Europa hay una dignidad de la profesión. Los errores son parte del trabajo. Aquí, una persona importante, cuando llegué, me dijo: «Debes aprender una cosa. En España, los éxitos son de los jugadores y los fracasos de los entrenadores y, en algún caso, de los directivos». Me quedé sorprendido. A ese comentario no le di el peso que ahora veo que tiene.»

Habrá quién piense que, de lo que ellos se quejan, es el peaje que hay que pagar por entrenar a equipos de la exigencia del Madrid. Tal vez eso sea sólo un tópico más de los muchos que son de uso habitual en el mundo del deporte.

Ambos entrenadores, el de fútbol y el de baloncesto, expresan con sinceridad y corrección profesional reflexiones sobre  situaciones que les han sorprendido en sus primeros meses en el cargo. Ambos coinciden en el fondo de lo que expresan y hablan de la consideración que el entrenador tiene en nuestras competiciones, de la abundancia y virulencia de las críticas, siempre dirigidas hacia los técnicos, de la poca dignidad que el cargo de entrenador tiene para la mayoría. No hay respeto. El de la corbata con cara seria que anima y grita a sus jugadores se convierte en blanco de todas las críticas haga lo que haga, tarde o temprano. Sólo los resultados pueden retardar el momento e incluso, en ocasiones, ni los buenos resultados son suficientes para superar otros aspectos, reales o creados, que se convierten en argumentos en los que apoyarse para criticar, para ir menoscabando el prestigio de cualquiera, para crear una opinión negativa y dar una imagen que nada tiene que ver con la realidad.

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