Navarro hace de liebre. Primeros primorosos e incendiarios minutos los de Juan Carlos I del Palau. Es un espectáculo ver lo que es capaz de hacer cuando está lanzado, a confianza plena, jugando cada balón que recibe como si fuera el balón de partido, inventando un tiro, haciendo aparecer un espacio donde no lo había, anotando un triple más allá de distancia NBA mientras su defensor pone cara de no creerse desde dónde se lo ha metido. Sus primeros 16 puntos sin respuesta fueron definitivos para lanzar a su equipo y apartarse de las posiciones de cabeza, en parte por la excelente defensa de Vidal (sólo 3 puntos más anotados en el resto de partido), viendo cómo los demás se encargaban de rematar lo que él había encarrilado sin remedio. A veces el problema para defenderle no es perseguirle sin balón a una velocidad de vértigo, pasando bloqueos, sino que cuando tiene «la bomba» en las manos no reduce la marcha, la activa y la hace desaparecer delante de tus ojos camino del aro sin que te hayas dado cuenta. Y lo hace tan rápido que es capaz de conseguir que su defensor, aún llegando pegado a su camiseta, se pierda en un metro cuadrado mientras él encuentra la salida.
Ni contigo ni sin ti. En un mar de dudas zozobró el TAU sin encontrar la fórmula correcta para frenar en defensa el talento ofensivo blaugrana y, al mismo tiempo, ser capaces de imponer su estilo martillo pilón en ataque. Contra equipos menores, la pareja Rakocevic-Mickeal resulta demoledora a pesar de sus lagunas defensivas. Las entradas de Vidal y la presencia constante de Prigioni y Splitter son suficientes para disimular lo necesario. Pero contra equipos que juegan para «campeonar» aparecen las dudas. Cuando tiene un cinco en pista que tiene un gran potencial ofensivo, en defensa hay problemas para llegar a todos los frentes. Si Lakovic, Basile, Navarro e Ilyasova coinciden en pista con acierto son cuatro pesadillas que tiran de tres puntos y ponen el balón en el suelo soñadas al mismo tiempo. Cuando pone un cinco en pista con un perfil más defensivo, entonces pierde efectividad en el ataque y el equipo no es capaz de darle un cambio de ritmo al partido. Si esa situación la vives después de que Navarro se haya encargado de «poner parquet de por medio», la remontada, además en el Palau, se hace casi mision imposible.
¿Y tú qué me das? Qué importante es que los jugadores sean conscientes de que lo que producen en el campo es definitivo. Con concentración, intensidad, esfuerzo, atención, compromiso,… lo más normal es que el equipo reciba aportaciones positivas. Después, a veces estás en manos del acierto en el lanzamiento: puedes estar haciendo lo máximo pero «no tener un buen día» en el tiro, sin embargo, incluso en ese caso, seguro que el jugador estará aportando rebotes, faltas, actividad, buenos pases, defensa … al equipo. Lo que es inadmisible es salir al campo y fallar un par de tiros, perder un balón y que tu hombre te quite un rebote, anote y además le hagas falta en sólo tres minutos de partido. No se puede acumular tanto perjuicio para tu equipo en tan poco tiempo. La diferencia es inestimable. Ilyasova acabó de poner el partido en su sitio cuando su equipo lo necesitaba, con tres minutos de aportaciones positivas: además del trabajo defensivo, dos triples frontales (el primero aceitoso por tablero) y al tercer balón que recibe, ataca con botes a su defensor lanzado para evitar el tercer triple consecutivo, para anotar un mate a una mano. Eso es ayudar al equipo, cumplir con tu trabajo. Eso es lo que el entrenador espera cuando cualquier jugador entra al campo.