Volviendo a reflexionar sobre todo lo que ha rodeado a la concesión del Premio Príncipe de Asturias de los Deportes 2010 a la Selección Española de Futbol Campeona del Mundo, me gustaría relacionarlo con el debate abierto respecto a las vías de financiación del deporte profesional y a la conveniencia de encontrar un nuevo modelo, lejos del vinculado a las instituciones públicas.
Un medio escrito generalista ha publicado como subtitular: » La ceremonia de entrega de los Premios se convierte en una petición de coraje y confianza a España para superar la crisis por parte de don Felipe«. El propio príncipe afirmaba dirigiéndose a los premiados: «Sois la España joven, ambiciosa y capaz, sin complejos ni renuncias; una demostración de que la juventud española actual está preparada para aspirar a las máximas metas». Impresiona, ¿no? Estas afirmaciones son sencillamente el reflejo de la dimensión que el deporte ha adquirido en la sociedad en la que vivimos.
En la foto que veis al lado se puede entender claramente la atención que los eventos deportivos de primera magnitud provocan a nivel social en el tiempo que nos ha tocado vivir. Nadie escapa, desde la Casa Real al hogar más humilde de nuestro país, al enorme atractivo de las estrellas del deporte, al orgullo de disfrutar de sus éxitos, al intento de sentirlos como parte de nosotros, de nuestras ilusiones como niño, joven, ciudadano o nación. El equipo de mi ciudad; el deportista nombrado hijo predilecto del pueblo donde nació; Nadal como estandarte del deporte, pero también de la sociedad española. Reyes, Presidentes de todo tipo, Alcaldes de cualquier color político, empresarios y ciudadanos en general aparecen en el momento en que se alcanza el éxito.
Para que se consigan los objetivos que a todos después nos enorgullecen, el deporte, como cualquier ámbito de nuestra vida, necesita aportación de dinero. Ya no puede estar a un segundo nivel respecto a otros aspectos considerados de manera equívoca prioritarios. Hay que superar la crisis, se tiene que activar el mercado de trabajo, hay que mejorar las infraestructuras, mantener y ampliar las prestaciones sociales. Muy bien. El deporte también es un vehículo, aunque infravalorado, para poner en marcha y mejorar el mundo en que vivimos. Quizás el problema sea que muchos se quedan en los flashes, en las cifras, en las audiencias y no se gestiona adecuadamente el potencial que el deporte tiene para convertirse en un instrumento de mejora de la sociedad a través de la transmisión de valores.