mamá ya soy profesional. Por Trifón Poch

Hay un tránsito que todo jugador joven debe hacer.

Empiezan a jugar en el colegio o en la escuela de baloncesto de algún club ACB, van a un campus de verano “para probar a ver si le gusta tanto como dice y es que está todo el día con la pelota que nos tiene locos y se sabe los nombres de todos los jugadores”. Van pasando los días y lo que es una actividad extraescolar para los padres y una ilusión para el niño o la niña, se va convirtiendo en una rutina, en una parte más de la vida de la familia. Parece que el niño no lo hace mal y pasa de los infantiles, por la Minicopa y a los cadetes, y va a la selección provincial y a la autonómica y al campeonato de España, pasan las Series Colegiales y llega a los júniors, a la liga sub-20 y un día, le llaman para entrenar con el primer equipo. Hace ya unas fechas que han aparecido los agentes, luego  viene el primer contrato cedido a un club de LEB, la primera oportunidad de jugar en serio, viviendo sólo lejos de casa, los estudios quedaron en «stand-by», pero «ya gana un buen dinerito jugando a baloncesto».

Lo que, para todos los que tienen la suerte de llegar a ganarse la vida jugando a baloncesto, es un proceso natural, empiezan jugando de niños y llegan a un equipo ACB, requiere que en un punto de ese tránsito llegue un momento de cambio, que no siempre se produce. El jugador pasa a ser profesional pero su estilo de vida, su mentalidad y la manera en que aborda su día a día no cambian. Sigue jugando a baloncesto como ha hecho siempre, sigue saliendo con sus amigos, sigue “jugando a la plei”, aunque ahora viaja cada quince días, sale en la tele de vez en cuando, le hacen entrevistas, tiene un cromo con su imagen tirando de tres, entrena todos los días y cobra por ello. Pero no es su trabajo, o al menos no lo tiene asimilado como tal.

El problema es que entre todos no le hemos ayudado lo suficiente para «progresar adecuadamente» hacia la adquisición de una mentalidad profesional correcta.

La formación no termina nunca. Hay que seguir entrenando duro cada día para mejorar el tiro, el pase, la defensa, los bloqueos, la comprensión del juego…

Hay que tener asumidos unos hábitos de vida fundamentales para mantener una carrera deportiva larga y equilibrada. Las horas de sueño, el descanso, la alimentación, los estiramientos, el trabajo en la pre y la postemporada…

Hay que cuidar el cuerpo y darle toda la importancia que tiene: es vuestra herramienta de trabajo. Sin ella, no tenéis nada. Sin mantenerla siempre a punto, ajustada, cerca de su 100%, las posibilidades de rendir deportivamente se reducen y las de tener una fatídica lesión se multiplican…

Hay que prepararse también para la competición. El momento lúdico-divertido de la semana que era el partido, se ha convertido en la razón primera del trabajo de muchos días, del esfuerzo de todo el equipo y de los objetivos de una organización que tiene detrás las ilusiones y los puestos de trabajo de mucha gente. No se puede tomar a la ligera y es necesario aprender a llegar mentalmente al 100% a cada partido sin que afecten aspectos exteriores o colaterales, adoptando una rutina que ayude a que tras el salto inicial mi aportación siempre ayude al equipo…

Hay que saber asumir responsabilidades y ser el mejor crítico de tu propio rendimiento, sin obsesionarse. No es posible ver siempre» la culpa» de todos los males en los demás. Ten siempre claro que el entrenador no es tu enemigo, aunque no siempre te guste lo que te plantee. En la mayoría de casos, es la persona que más piensa en tu mejora sin esperar nada más que tu máximo esfuerzo y un buen rendimiento para el equipo a cambio…

Hay que mantener el cerebro activo y desarrollar actividades externas y complementarias al baloncesto que ayuden a comprender mejor todas las situaciones que hay que afrontar, a estar lo mejor preparado posible para entender lo que mi entrenador busca, para saber a dónde quiero llegar como jugador, para saber aceptar mi papel en el equipo, para interactuar de manera correcta dentro del grupo, para prepararme para afrontar mi vida cuando el deporte se acabe. Crecer como persona significa sin duda crecer también como jugador.

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