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la zona 1-3-1 de pedro garcía losada (I). Por José Luis González

Campeonato de España Almería
Campeonato de España Juvenil, del año 1984, en Almería. Partido entre Real Madrid y CAI Zaragoza. Al fondo, Cantero, presidente del Dribling, ya fallecido.

Modestos entre los modestos. Así éramos nosotros, un club humilde de Madrid, del barrio de La Concepción –La Concha–, éramos el Dribling. No teníamos un duro, pero sí lo más importante, un excelente grupo de entrenadores y mucho, muchísimo corazón. El líder espiritual de aquel proyecto –lo de espiritual es por decirlo de alguna manera porque él era comunista– era Pedro García Losada, el mejor entrenador que tuve en los más de veinte años que jugué al baloncesto.
Teníamos 16 años, corría el 1984, y sólo vivíamos para el baloncesto. Lo de las chicas resultaba accesorio, aunque teníamos la suerte de que en nuestro club había sección femenina y aquello nos dio juego a más de uno. Juergas pocas, las justas, había que estudiar y entrenarse duro cinco días a la semana, así que los viernes, después del entrenamiento caía algún ‘mini’ de cerveza con limón y poco más… éramos gente sana. El fin de semana lo dedicábamos por entero al baloncesto. El sábado marchábamos en procesión hacia el Magariños o hacia la Ciudad Deportiva, en función de que ese fin de semana jugara en Madrid el Estudiantes o el Real Madrid. Después de ver jugar a las «vacas sagradas» del baloncesto español de los 80, aquellos que ganaron la medalla olímpica de Los Ángeles, lo más que hacíamos era cenar algo rápido y marchar –también en procesión– hacia Alonso Martínez para pegarnos un atracón de los últimos partidos de la NBA que traían al pub Rebote, regentado, entre otros, por Manolo Alcaide, a la postre entrenador de quien suscribe, en Collado Villalba… cosas del destino.
Rebote era una especie de templo del baloncesto madrileño, el único sitio donde uno podía ver partidos de los profesionales americanos. Eran los tiempos de Boston, también de Detroit. Inevitablemente ver jugar a Isiah Thomas y a Corbalán todos los fines de semana me llevó a venerar el número 11, desde entonces mi número.
Con esa sobredosis sabatina de baloncesto afrontábamos el domingo, que para nosotros no era el Día del Señor; para todos nosotros el domingo era el Día del Dribling. Nos enfundábamos nuestro chándal amarillo y negro, absolutamente llamativo… y también barato. El también malogrado José Luis Cantero era el presidente del club; no tenía familia, su familia era el Dribling. Hacía malabarismos para gestionar un proyecto tan ilusionante y tan bonito que no podía dejar morir. Tanto él, como Pedro, buscaban dinero debajo de las piedras y tenían algunos apoyos en la prensa. Me acuerdo perfectamente de que nuestro periodista era Enrique Ojeda, que nos daba vidilla en el diario AS, tanto al primer equipo como a los juveniles. En cuanto al chándal, Cantero gestionó con una empresa finlandesa, competencia de Karhu, que nos vistiera a todos los equipos. Parecíamos la abeja Maya, pero tan felices, de amarillo y con nuestras Converse All Stars… de tela, si bien es cierto que los más potentados del equipo nos fuimos subiendo a unas Paredes que eran una imitación de las Adidas Europa, lo más y lo único que había entonces en el mercado zapatillero y que sólo llevaba puestas el niño pijo del equipo. ..

*NOTA: Continuará el próximo jueves 23 de abril (relato en cuatro capítulos)