como un anuncio de michael jordan. Por Trifón Poch

Hace algunos años escribí algunas cosas tras un año inolvidable en Alicante, el año de la salvación imposible, que sin duda nos regaló un recuerdo imborrable a todos los que tuvimos el privilegio de sufrirlo y de disfrutarlo. He pensado que tal vez hoy era un buen día para sacar a la luz una parte de aquel emocionante relato.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La conclusión del partido en casa contra Estudiantes me recordó sin poder evitarlo a un anuncio de televisión que hicieron hace unos años. El protagonista era Michael Jordan. Se sucedían imágenes de la vida cotidiana, gente en sus quehaceres diarios, con otras a cámara lenta de Jordan haciendo un mate, concretamente creo que era aquel que hacia corriendo toda la pista para acabar saltando desde el tiro libre. La idea del spot era que aquel vuelo fantástico, en el que parecía flotar por el aire elevado por una fuerza sobrenatural, parecía detener el tiempo, a la vez que daba la sensación de durar mucho, tanto como lo que todas las personas que aparecen en las otras imágenes necesitan para vivir su vida. Una imagen preciosa la de Michael en la misma posición que la silueta del logotipo de la Nike, con las piernas abiertas, el brazo izquierdo atrás y el brazo derecho, con el balón en la punta de los dedos, extendido buscando el aro en un tremendo esfuerzo que no lo parece. Es muy fácil si lo intentas, que diría el maestro Montes. Esa misma sensación, la del tiempo detenido, fue la de la última jugada de ese partido contra el equipo de la Demencia. Lucio Angulo sorprende a la defensa con una acción muy rápida, de campo a campo, consiguiendo una bandeja que deja el partido en 73-73. Empatados y la posesión final para ellos con poco menos de 24 segundos. Confiando plenamente en nuestra defensa y en el carácter de nuestros jugadores, en la gran concentración y dureza que estábamos demostrando en todos los finales de partido igualados, apostamos por defender hasta el final y no hacer falta. Azofra controló la bola con muchos botes, esperando el momento, pero quizás con algo de precipitación vio una opción de penetrar y lo intentó. Le tocamos el balón que quedó suelto, pero le volvió a las manos. Mala suerte. Había que seguir defendiendo sin faltas, sin darles la opción de ir al tiro libre y tener una posesión demasiado corta para intentar ganar. Los segundos iban cayendo. Otra vez Azofra con el balón y vuelve a intentar irse para dentro. Pero esta vez no tiene tanta suerte. Lucio Angulo vuelve a salir a la ayuda y recupera el balón para lanzárselo a Héctor García, que sale sólo en contraataque, 1 contra 1, Nicola Loncar, esperándole bajo el aro.

Es en ese justo instante cuando empieza el anuncio de Michael Jordan. Aquellos 5 o 6 segundos que tardó Héctor en llegar del tiro libre defensivo al aro contrario donde le esperaba el defensor duraron más que todo el partido. El pabellón de repente puesto en pie, los banquillos casi dentro del campo, un bote, un segundo, la posibilidad de una nueva y esperanzadora victoria, otro bote, otro segundo, acercándose a la línea de tres puntos, todos los demás jugadores corriendo detrás del balón, nuestro presidente en el palco con el corazón a punto de estallar, otro bote, otro segundo que pasa y, por fin, ¡Héctor encara a Loncar, le ataca con bote de derechas hasta la bandeja, con la máxima decisión y consigue provocar la falta! Un segundo y pocas décimas, empatados y dos tiros para nosotros. A pesar, o quizás a causa de la tensión, me pareció ver a Héctor correr en cámara lenta hacia el aro dónde le esperaba Loncar para evitar la canasta. La cosa no se quedó ahí. Aunque la falta fue clara y no hubo protestas, el primer lanzamiento se demoró más de lo que nuestros corazones hubiesen deseado. No recuerdo exactamente el motivo. No sé si fue porque era la quinta falta de Loncar o porque hubo que secar el balón, pero la cuestión es que se hizo eterno. Con todo el pabellón en pie, a la espera, aguantando la respiración en silencio, Héctor recibió en balón del árbitro, lo botó y lanzó el primer tiro libre. Todas las miradas concentradas en el mismo punto del planeta: el aro hacia el que se dirigía el lanzamiento. Y como diría el mítico periodista Juan José Castillo: “ Entró, entró”. Fuera de la pista, en la grada, estalló la afición después de la máxima tensión que se recordaba en aquellos asientos abarrotados. Dentro, sobre el parket, todo seguía en el aire. Rápidamente se me acercó Pepe Sánchez para sugerir que  tirase a fallar el segundo tiro libre, para no darles opción de sacar de fondo y poder intentar un triple, aunque fuera afortunado, en el segundo y poco que les quedaba. Así lo hicimos. Héctor recibió el mensaje y en el tiempo del rebote se acabó el partido. Ganamos por un punto, 74-73. La esperanza seguía creciendo.

El día acabó mejor de lo que todos hubiésemos soñado. Coincidió con el partido contra Estudiantes la celebración del partido número 100 de nuestro club en la ACB. Creo que ese número había coincidido exactamente en la anterior jornada, pero al haberse disputado fuera de Alicante, en Las Palmas de Gran Canaria, se decidió aplazarlo para poderlo celebrar con nuestra afición. Y la verdad es que no pudo salir mejor. El partido tuvo todos los ingredientes necesarios para ser la antesala de una fiesta perfecta. El club había organizado una comida popular en los terrenos que hay por encima del estadio Rico Pérez y la verdad es que aquel arroz, en aquel momento, después del partido que habíamos disfrutado, nos supo a todos a gloria. Más de mil personas se quedaron a compartir con todos los jugadores y sus familias y todo el personal del club aquella celebración. Hubo un ambiente extraordinario. Los temas de conversación más repetidos fueron sobre todo la última jugada del partido y las posibilidades de salvación que, a cada partido, a cada victoria que se conseguía, cada vez más gente creía reales. ¡Lo íbamos a conseguir!

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