lo que no puede ser, sí puede ser y además no es imposible. Por Trifón Poch

Habrá quien no entienda el resultado de la pasada jornada entre Unicaja y Joventut, 111-55 para los malagueños. ¿Cómo puede un equipo como el verdinegro perder por 56 puntos? En esta temporada, y cada año pasa, ha habido algunos marcadores parecidos. Es evidente que es un resultado excepcional. El hecho de que sea un partido de records explica que no es algo que se repita habitualmente. Pero sucede. CajaLaboral, Barcelona y Olympiakos han perdido tres partidos seguidos y contra el mismo rival para quedar fuera de la Final Four de la Euroliga de este año. ¿Cuántas veces en su historia, equipos de ese nivel habrán perdido tres partidos seguidos? En una de esas eliminatorias, Montepaschi Siena perdió en Grecia en la primera jornada del play-off por 48 puntos, 89-41. Después, tres victorias consecutivas, incluida la del segundo partido por 17 puntos, también en Grecia y sólo 48 horas después de la primera paliza. Ver para creer.
Puede haber muchos aspectos que tengan influencia en este tipo de resultados, creo que siempre relacionados con la preparación mental de los jugadores.
Hay ocasiones en que la influencia del entrenador en esa preparación mental puede condicionar, en positivo o en negativo.
Hay otras en que ya puede el entrenador pasarse toda la semana avisando de un «posible peligro» en el próximo partido, que si el grupo tiene otra cosa en mente, el batacazo va a producirse si o si.
Estoy convencido que sólo en muy contados casos puede que haya una cierta «voluntariedad» en la aparente desidia, en la falta de dureza, en la incapacidad para reaccionar de un equipo en determinados partidos.
En la gran mayoría de casos en los que se dan este tipo de resultados tan abultados hay una coincidente gran diferencia entre la predisposición mental entre los dos equipos: uno va a mil por cien y el otro no sale con los mínimos necesarios para competir. Creo que en este tipo de situaciones la falta de tensión de uno de los equipos es inconsciente, no hay una voluntad de «competir menos». Simplemente en el subconsciente del grupo se había instalado la idea de que ese partido no iba a ser tan complicado, que no iba a ser necesario emplearse con esa tensión extrema que te da una situación límite o el deseo máximo de conseguir un objetivo.
Otro aspecto importante en este tipo de situaciones, es que cuando te das cuenta, estás en mitad del partido y el barro te llega hasta las orejas, te sientes petrificado, en la mayoría de casos incapaz de rectificar sobre la marcha, y van cayendo los puntos y los errores y los triples y los balones perdidos y la falta de ataque y el alley-oop, los silbidos si es en casa o la música esa que ponen en los campos cuando te están dando. ¡¡Donde está el botón para desaparecer!!
Finalmente, es fundamental la actitud que todos adoptan el día después. Tomar las decisiones correctas o «apuntarse al bombardeo» pueden convertir un accidente en algo de lo que sacar una lección positiva que ayuda al grupo a crecer o en el germen o la conclusión de un error irreparable. Montepaschi fue por el buen camino. ¿Y tú?

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