el huevo o la gallina. Por Trifón Poch

Durante la preparación del Europeo nadie se cuestiona si el estilo del nuevo seleccionador español tiene encorsetados a los jugadores. Las victorias lo avalan todo. Ya se sabía, o se debería saber, que los equipos de Scariolo son de largo recorrido, que necesitan un tiempo para alcanzar su rendimiento de crucero, y que es un entrenador minucioso, de numerosos detalles defensivos, de múltiples posibilidades tácticas tanto en ataque como en defensa, un entrenador que prepara cada partido con mucha atención a las pequeñas cosas. Siempre se le ha valorado precisamente por ello. Estamos de gira y los resultados acompañan, todo es una fiesta camino del oro y, ya se sabe que cuando todo va bien, todo va bien. Creo que en la cabeza de todos, seguramente de manera inconsciente, se ha acomodado la idea de que vamos a ganar el campeonato de Europa, por primera vez en la historia, sin bajar del autocar. Y llega la derrota de Vilnius en el último partido de preparación. No pasa nada, la liga está ganada. Pero, ¡oh sorpresa, sorpresa!, en el primer partido de verdad, llegan los chiquitos de Ivkovic y nos ponen mirando de frente al duro espejo de la realidad. Empieza el tembleque, la falta de confianza, las dudas a la hora de tirar, las miradas esquivas cuando se recibía una canasta fácil. Vamos sufriendo la primera fase. Menos cuatro contra Gran Bretaña a poco del final. Podemos quedar fuera. ¿Podemos quedar fuera?

En ese instante, cuando no estás preparado mentalmente para afrontar dificultades que no imaginabas que podían aparecer, cuando la falta de ritmo de algunos jugadores por problemas físicos no te ayudan tampoco a estar a tu máxima intensidad, es complicado cambiar, muy complicado, se hace difícil encontrar el interruptor que vuelva todo de manera automática a lo que debería ser. Creo que es en ese preciso momento cuando los hay que se agarran a un salvavidas muy practico: el entrenador no lo pilla, nosotros necesitamos jugar de otra manera, así no estamos a gusto. El detonante son, en este caso, unas muy desafortunadas declaraciones de un jugador al final de una derrota inesperada.

El siguiente partido empieza como los anteriores pero, de repente, un parcial de 23 a 0 contra Lituania nos sirve para remontar el partido. El interruptor. Es complejo responder a la pregunta ¿qué ha cambiado para de repente ser capaces de conseguir ese parcial, para que la superioridad de la selección sea tan abrumadora e incontestable a partir de ese momento en el resto de partidos? Hay algunos ajustes por parte del técnico, del mismo modo que también cambia el rendimiento de algunos jugadores. La intervención táctica del entrenador, los sistemas de ataque y cómo se juegan, son los mismos tanto en las últimas victorias como en las primeras que se consiguen. También en las derrotas. De golpe todo vuelve a cuadrar, las piezas encajan.

La vida de un equipo durante una temporada o en un evento como un Europeo es así de compleja. Yo no diría que tan retorcida como parece para algunos. Pero nunca es fácil y no siempre se consigue. Con el esfuerzo de todos, con la voluntad de adaptarse y de ceder por parte de todos, de convivir trabajando juntos por alcanzar un objetivo, puede ser posible alcanzar incluso un sueño, una medalla de oro. La primera.

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