La silla. Por José Luis González

¡Qué vida más perra!… ahora que había conseguido mi sueño y tenía cerca una jubilación dorada, justo ahora me destrozan la vida, quedo inválida con dos patas rotas y una tercera que según los médicos igual me tienen que amputar… y todo por la ira incontrolada de un entrenador de baloncesto.Han sido muchos años de penurias, de aguantar culos gordos y flatulentos, de ir por plazas y ferias de tercera, por eso recibí de buen grado la decisión de mis superiores en el Ayuntamiento de destinarme al Pabellón de un equipo profesional de baloncesto. Una amiga que ya había pasado por dicho destino me habló muy bien de él: «(…) muchos entrenadores ni se sientan, están nerviosos y ven el partido de pie, no te van a molestar, además eres una enchufada porque vas a estar en el banquillo local«. La verdad es que estaba feliz, en junio, cuando acabase la temporada me iban a jubilar con una ocupación la mar de plácida, en un sitio de ambiente chill-out, del tipo Café del Mar.

Mi gozo en un pozo. No recuerdo apenas nada, sucedió todo muy rápido, en unas décimas de segundo. Me han explicado que algunos entrenadores tensan la cuerda con los árbitros para forzar una técnica e intentar cambiar el signo de un partido. Para eso gritan a los colegiados, incluso les llegan a insultar, hacen gestos, desaires y otras lindezas que acaban en esa falta técnica que van buscando. Pero claro, en mi segundo partido AMISTOSO en el banquillo local nunca pensé que a mí entrenador se le iba a ir la ‘pinza‘ de esa manera, estampándome contra el suelo, rompiéndome dos patas y media y mandándome a la UCI de las sillas. Sólo recuerdo el gesto de miedo de unos niños que había tras el banquillo o la sorpresa mayúscula de jóvenes jugadores de la cantera que estaban enfrente de mí y de mís compañeras. Aquello fue sorprendente, surrealista, dejó helado al Pabellón y a mí echa polvo.

Mi amiga citada anteriormente, ante mis dudas sobre la violencia en el deporte siempre quitó hierro al asunto cuando la interrogé sobre mi nuevo destino: «No te preocupes, quizás en un campo de fútbol se pueda pasar mal o en partidos de categorías inferiores, pero te ha tocado la lotería porque te vas a codear con profesionales de elite, gente de la ACB. ¿Te acuerdas de lo mal que le pitaron a España en la final olímpica contra los Estados Unidos?, pues los entrenadores y jugadores ni un mal gesto, son gente muy profesional y educada que sabe controlar sus emociones… insisto, has tenido suerte». ¿Suerte?, ¡vaya desgracia, me han destrozado la vida y me han defraudado… ‘porca miseria’!

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