Aprendiendo con mi enemigo. Por Trifón Poch

En mi recorrido habitual de los fines de semana viendo partidos de formación (mini, infantil y cadete), me gusta sobre todo observar el comportamiento de los entrenadores y los árbitros en las diferentes situaciones de juego y en su relación entre ellos y hacia los jugadores. Un pensamiento me surge después de lo visto estos últimos días: ¿Qué sucede si un entrenador grita constantemente y fuera de tono a un árbitro? ¿Qué sucedería si hiciese lo mismo a los auxiliares de mesa? ¿Y si estuviese increpando de manera desagradable e intimidatoria al entrenador del otro equipo? ¿Se sancionaría a un entrenador que gritase de manera despectiva y desconsiderada a las jugadoras del equipo rival? Creo que todos estamos de acuerdo en lo que sucedería en todos esos casos, porque es una actitud que no se debe permitir nunca y menos si sucede en partidos de baloncesto de formación.
La pregunta que me surgió a continuación fue la siguiente: ¿Por qué entonces consentimos que haya entrenadores que se pasan todo el partido gritando, menospreciando, anulando a sus propios jugadores, a su propio equipo, a sus chicas de 12 años? ¿No debería esa actitud, en baloncesto de formación, ser también sancionable de alguna manera?

2 comentarios

  1. Alejandro López dice:

    Coincido plenamente contigo. No se puede ni debe consentir ese tipo de conducta en ningún deporte, y menos en el de formación.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *