Prosigo mi estancia académica en Estados Unidos, más metido en arena política y periodística que en otra cosa (www.eurogaceta.com), pero el baloncesto siempre está ahí, en cualquier rincón, en cualquier conversación, no en vano estamos hablando de Carolina del Norte, es decir, de baloncesto con mayúsculas, aquí juegan Duke, North Carolina State University y la mítica UNC de Chapel Hill (Michael Jordan, James Worthy, Dean Smith, etc). Pero si el seguimiento y la pasión que se le pone al baloncesto masculino es enorme, no le anda a la zaga el femenino, donde las tres universidades citadas tienen auténticos equipazos que aglutinan a algunas de las mejores jugadoras del mundo.
En este sentido, la otra noche no podía creerme lo que una catedrática de Duke, profesora de literatura y perfecta conocedora y estudiosa de nuestro país, me contaba sobre hasta donde llega la pasión por el baloncesto femenino en esta universidad.
Duke es un centro universitario elitista, como Harvard o Yale, con 200 años de tradición, edificios que te transportan a las viejas universidades inglesas, un campus inmerso en un enorme bosque donde estudian 1600 privilegiados que pagan, aproximadamente, 25.000$ por curso, y en donde todos los años se rechazan 20.000 solicitudes de ingreso. Pues bien, como en toda esta parte del país, Duke vive el baloncesto con esa pasión, con esa chispa de la que la mayoria de las veces adolece la NBA. Ver un partido del equipo masculino y femenino de Duke es prácticamente imposible. El pabellón de la Universidad es una auténtica joya, pero su capacidad es pequeña comparado con NCSU o Chapel Hill, por lo que conseguir un abono es un auténtico reto para profesores y alumnos. La cosa llega al extremo que la Universidad de Duke negocia contratos con sus profesores o impide su marcha a otra Universidad o ficha a otro profesor de fuera, ofreciéndoles como incentivo los abonos para ver jugar a los equipos de baloncesto de Duke, todo un aliciente que se valora de manera insospechada y que muchas veces resulta determinante.
Este tipo de situaciones, se suceden y se suceden por igual tanto en el baloncesto masculino como en el femenino, según esta profesora: «Muchos valoramos más ir a ver las chicas porque es un baloncesto más puro, menos profesionalizado, donde la táctica y la inteligencia están por encima del baloncesto físico que predomina hoy en día en el masculino, y esto a la gente que amamos el baloncesto nos gusta mucho y por eso hacemos lo que sea por ir a ver jugar al equipo femenino de Duke, del que toda nuestra comunidad universitaria se siente orgulloso».
Si quieres y tienes tiempo pasate por mi blog y si te gusta puedes votarme en la categoria de mejor blog personal del concurso 20minutos
Saludos desde
http://akematon.blogspot.com/
Da mucha envídia como en Estados Unidos se trata al deporte femenino, el caso del baloncesto lo dejas muy claro. Aquí por desgracia estamos muy lejos de llegar a esos niveles.